Carlo Bottazzi nos escribió:
Don Manuel Bendersky fue el
promotor de la idea de construir un centro como La Llave. Su nombre no figura
en la gran placa, que las autoridades de
aquel entonces pusieron en el salón de entrada del complejo, donde figuran desde
los nombres del gobernador a los concejales.
Todavía cabe un
reconocimiento.
Mi primer recuerdo
de La Llave, de hace treinta años, es de un modesto edificio en la calle
Anasagasti (¿) cerca de la calle O Nelly
y luego vino la mudanza donde colaboré con mi autito al traslado al flamante
edificio. Allí empecé a tomar contacto con ese noble material que es la
arcilla. Me emocionaba el amasarla pensando que era uno de los primeros
testimonios del homo faber, en la prehistoria de nuestra humanidad.
Recuerdo el nombre
de una muchacha marplatense, Luisa, que
ponía todas sus capacidades y entusiasmo en el arte de construir una imagen o
un objeto que fuera lo más parecido a la realidad o también algo que surgiera
fantasioso desde adentro, tal vez desde el inconsciente.
Al principio las
clases no diferenciaban las edades y en el mismo banco de trabajo podía haber
chicos, cuyas madres los empujaban a participar en alguna actividad con
tal que no molestaran en la casa o pensando tal vez en
la posibilidad que surgiera un genio del arte en la familia que resolviera los
eternos problemas económicos. También había señoras y señores de todas las
edades. Cada uno tratando de olvidar por unos momentos sus problemas
existenciales en medio de los chimentos,
en las charlas y las risas. A veces se escuchaba un grito cuando alguien
del grupo lograba terminar su obra y la mostraba como si hubiera sido salida de
las manos de Rodin o Miguel Ángel. Yo miraba con cierta envidia esos trabajitos
mientras seguía amasando el barro sin siquiera
de saber si iba a salir un pan lactal o una pequeña escultura digna de
mi grito y de la aprobación de la profesora
(muy diplomática y psicóloga en
éste asunto).
Hasta hubo
exposiciones en el SCUM de nuestros trabajos. El público en general compuesto
por familiares y amigos miraba y miraba…. Pero nadie compraba nada…Yo logré
regalar algunas piezas y hubo dos casos de amigos que
al ver que estaba desechando trastos inútiles de mi casa reclamaron para
sí una pieza, como si fueran joyas. Mi ego estará por siempre agradecido a esas
personas que supieron reconocer y valorar en mis trabajos el signo de la
grandeza del arte y les deseo que algún día puedan venderlas en cientos de
millones de dólares.
Fueron tiempos de
aprendizaje compartido, de experiencias y enriquecimiento mutuo. Tengo un muy lindo recuerdo de mi paso por la
llave y es mi deseo que las autoridades y los profesores sigan en la misma
senda brindando un maravilloso espacio donde todos puedan crecer.
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