miércoles, 21 de agosto de 2013

Contanos tu historia 7

Carlo Bottazzi nos escribió:
Don Manuel Bendersky fue el promotor de la idea de construir un centro como La Llave. Su nombre no figura en la gran placa, que las autoridades  de aquel entonces pusieron en el salón de entrada del complejo, donde figuran desde los nombres del gobernador a los concejales.
Todavía cabe un reconocimiento.
Mi primer recuerdo de La Llave, de hace treinta años, es de un modesto edificio en la calle Anasagasti (¿)  cerca de la calle O Nelly y luego vino la mudanza donde colaboré con mi autito al traslado al flamante edificio. Allí empecé a tomar contacto con ese noble material que es la arcilla. Me emocionaba el amasarla pensando que era uno de los primeros testimonios del homo faber, en la prehistoria de nuestra humanidad.
Recuerdo el nombre de una  muchacha marplatense, Luisa, que ponía todas sus capacidades y entusiasmo en el arte de construir una imagen o un objeto que fuera lo más parecido a la realidad o también algo que surgiera fantasioso desde adentro, tal vez desde el inconsciente.
Al principio las clases no diferenciaban las edades y en el mismo banco de trabajo podía haber chicos, cuyas madres los empujaban a participar en alguna actividad con tal  que no  molestaran en la casa o pensando tal vez en la posibilidad que surgiera un genio del arte en la familia que resolviera los eternos problemas económicos. También había señoras y señores de todas las edades. Cada uno tratando de olvidar por unos momentos sus problemas existenciales en medio de los chimentos,  en las charlas y las risas. A veces se escuchaba un grito cuando alguien del grupo lograba terminar su obra y la mostraba como si hubiera sido salida de las manos de Rodin o Miguel Ángel. Yo miraba con cierta envidia esos trabajitos mientras seguía amasando el barro sin siquiera  de saber si iba a salir un pan lactal o una pequeña escultura digna de mi grito y de la aprobación de la profesora  (muy  diplomática y psicóloga en éste asunto).
Hasta hubo exposiciones en el SCUM de nuestros trabajos. El público en general compuesto por familiares y amigos miraba y miraba…. Pero nadie compraba nada…Yo logré regalar algunas piezas y hubo dos casos de  amigos que  al ver que estaba desechando trastos inútiles de mi casa reclamaron para sí una pieza, como si fueran joyas. Mi  ego estará por siempre agradecido a esas personas que supieron reconocer y valorar en mis trabajos el signo de la grandeza del arte y les deseo que algún día puedan venderlas en cientos de millones de dólares.
Fueron tiempos de aprendizaje compartido, de experiencias y enriquecimiento mutuo.  Tengo un muy lindo recuerdo de mi paso por la llave y es mi deseo que las autoridades y los profesores sigan en la misma senda brindando un maravilloso espacio donde todos puedan  crecer.

                                                                                                                                  

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